Del purgatorio a Segunda B.


 Tras 14 años, el Eivissa vuelve a estar en Segunda B.  Y llega por la puerta grande.

Hacía 13 años que no había ningún equipo ibicenco en esta categoría –la Peña Deportiva fue el último, en la temporada 1993-94–, con lo que la afición podrá disfrutar de nuevo de una Liga de más calidad que la aburrida –sin ánimo de ofender–  Tercera balear de siempre.

La ambición del Eivissa no parece tener fin, y su presidente, Pedro Ortega Cano, ha dicho que, a partir de ahora, el objetivo del club es subir cuanto antes a Segunda A, la categoría de plata del balompié nacional.

Si el público responde como lo ha hecho durante el play-off de ascenso a Segunda B (hasta 4.000 personas fueron al campo en la segunda eliminatoria), desde luego que Eivissa se merece tener a un equipo en Segunda A, una cota jamás alcanzada por ningún conjunto pitiuso.

Sin embargo, parecería prudente que el primer paso fuera consolidar al equipo en una categoría complicada, en cuyos cuatro grupos se mueven presupuestos desorbitados y clubes con renombre, como Lleida, Real Oviedo, Rayo Vallecano, Espanyol B o Real Madrid B, entre otros.

El primer objetivo de este Eivissa debería ser ahora mismo igualar o superar, si puede, a su antecesor, la SD Ibiza, que en la temporada 1992-93 acabó la Liga de Segunda B en la décima posición y que, incluso, en enero y febrero de 1993 llegó a liderar la competición bajo la dirección técnica del catalán Roberto Puerto.
Hoy, tras su larga y ajetreada travesía por el desierto, el Eivissa vuelve a asomar la cabeza en la Segunda División B después de que el club más representativo de la isla –sobre todo en cuanto a historia, logros y afición– se viera abocado a la desaparición un triste verano de 1993.

Derroche.
El encarcelamiento por evasión de impuestos del mecenas Calixto Bragantini, que por aquel entonces era la chequera del club, secó las arcas del Ibiza, a pesar de que éste ya había invertido alrededor de cien millones de las antiguas pesetas en el proyecto 1992-93 y una cantidad similar el curso anterior.
La entidad, que había derrochado por doquier, no pudo asumir los pagos acordados y los futbolistas, que llegaron a protagonizar un encierro en el estadio de Can Misses, denunciaron la situación ante la asociación de jugadores.

Y la SD Ibiza bajó, de un plumazo, de Segunda B a Regional Preferente. Un fiasco para la afición, que cada quince días había llenado el campo para seguir el devenir de su equipo.
Como para volver a subir a Tercera con el nombre de SD Ibiza era necesario cancelar la deuda existente, nadie quiso, o pudo, hacerse cargo del club, que, simplemente, dejó de existir y dio paso a dos proyectos de relevo simultáneos: la Unión Deportiva Ibiza y el Sa Deportiva Eivissa.
Tan sólo persistió este último, que desde el pasado domingo 24 de junio (una fecha a recordar) es nuevo equipo de Segunda División B.
Aunque el pasado ya no puede cambiar, siempre es bueno conocerlo a fondo para no caer en los mismos errores, aquellos que un día llevaron a la SD Ibiza a la bancarrota, de la gloria al fracaso en un pestañeo.
Tanto el presidente actual, Pedro Ortega, como el vicepresidente, Marci Rojo, y la isla entera, sueñan, ¿por qué no?, con ver un día no muy lejano al Eivissa en Segunda A. Que así sea. Y que por el camino no se cometan las torpezas que han mantenido a la afición deportivista 14 años en el purgatorio.