LIBROS: De la fortificación de Yviça

El libro del arquitecto del plan director de las murallas es un repaso histórico de su construcción

Cuando el ingeniero Calvi llegó a la isla encontró una muralla insuficiente para detener un ataque turco, cuyas paredes habían sido aprovechadas para construir casas adosadas y de la que no se fiaban ni los lugareños, que ante las amenazas de invasión corrían a refugiarse al monte. Y esta es la historia de cómo la villa de mayor valor estratégico del reino de España se convirtió en fortaleza.

El libro ‘De la fortificación de Yviça’ se ha editado en castellano y en catalán. Tiene 271 páginas (contando índices, entradas y bibliografía) y muchas fotos y planos. Se vende a 30 euros.

La importancia estratégica de la isla para el reino de Felipe II, los continuos problemas económicos para poder acabar la fortificación y reformarla y adaptarla al tiempo que cambiaban las formas de hacer la guerra e invadir islas, las escaramuzas con los piratas turcos en s’Espalmador, los parones de la construcción cuando sus obreros debían dedicarse a cargar sal, los sueldos de los ingenieros y el corsarismo de los habitantes de la isla son asuntos sobre los que puede leerse en ‘De la fortificación de Yviça’.

Con él advertimos lo curioso que es que sepamos más del ingeniero Giovanni Battista Calvi –el de la conocida ronda por sus baluartes– que del ingeniero Capitán Fratín, a pesar de que uno y otro protagonizan los dos grandes periodos en la construcción de las murallas. Fratín llevó a cabo la ampliación, desde parte del baluarte de Sant Joan hasta es Revellí de Santa Tecla, por lo que suyo es, precisamente, el portal de ses Taules que da acceso al recinto amurallado. Todo un olvido de un personaje que hasta Cervantes cita en ‘el Quijote’ cuando narra la toma del fuerte de la Goleta (cuando las armas españolas perdieron para siempre Túnez ante los otomanos).

Rescatada la memoria de Fratín, la lectura del libro también hace que nos preguntemos cómo es que ninguno de los baluartes está dedicado a san Felipe, teniendo en cuenta que el proyecto de las murallas se desarrolló en época del religioso príncipe de El Escorial, del emperador de los dominios en los que nunca se ponía el sol.
Y, siguiendo con los personajes de la historia, quizás sea como agradecer a los terroristas del 11-M que hoy haya más seguridad en los vuelos comerciales, pero si a alguien hay que hacer responsable de que se decidiera fortificar adecuadamente la villa de Eivissa –antes existía ya una muralla– es a Hayreddín Barbarroja y a su armada. El almirante corsario al servicio de Solimán ‘el Magnífico’ puso en alerta al Mediterráneo desde mediados del siglo XVI. Y en 1555 se iniciaron las obras del proyecto de Calvi, en una isla cuya importancia estratégica nunca se ha puesto en duda. Desde ella, “vigía del Mediterráneo” en palabras que el arquitecto Fernando Cobos y Alicia Cámara emplean en su libro– se mandaban a Valencia informaciones constantes de los movimientos de la armada turca y de “las posibles intenciones del rey de Argel”.

A veces hay riesgo de perderse entre tal profusión de datos, y otras veces se echa alguno en falta, porque, por ejemplo, habla de un documento con una interesante y detallada relación de piezas de artillería, pero no nos la ofrece. Pero los detalles históricos y también las anécdotas se suceden en este libro surgido durante los trabajos de redacción del Plan Director de las Murallas. Pueden destacarse las escaramuzas con los piratas en s’Illa Negra, donde se extraía piedra marès para las murallas y los corsarios, que pretendían retrasar la obra, acosaban constantemente a los obreros y echaban al mar las piezas ya extraídas. En 1556, el cantero mayor, también soldado, fue capturado en el islote cuando cortaba piedra para las esquinas de los bastiones, estuvo un año preso y pagó su rescate con el sueldo de ese año.

Encontramos casos de corrupción, problemas de dinero, pobreza y hasta moros infiltrados en la isla. Y un pasaje en el que, en 1577, los jurados de Eivissa pedían al arzobispo de Tarragona y al arcediano de San Fructuoso que colaboraran en los gastos de la fortificación. Alegaban que ya pagaban municiones, pero una orden real les obligó a contribuir en la defensa de la isla, aunque sólo se consiguió su ayuda porque en 1582 se les embargaron las rentas de sal.

También podemos enterarnos con este libro de que el primer armamento que llegó a las murallas cuando se comenzaron a reformar fue un “cañón salvaje” de Alicante, y de que Calvi sería un fantástico ingeniero, pero no era demasiado valiente, porque el mar infestado de corsarios y piratas le causaba pavor y no verificaba las obras ‘in situ’ tanto como cabría esperar.

Y nos quedamos, como resumen, con esta frase: “Eivissa es, junto con Malta (se refiere a La Valletta), aunque a otra escala, uno de los grandes ejemplos de ciudades fortificadas del Renacimiento que se conservan, y ambas fueron planteadas como bastiones en el Mediterráneo frente al turco”. Las dos, aseguran los autores del libro, son probablemente las mejor conservadas del mundo.


EL PROYECTO DE S’ESPALMADOR


El 12 de enero de 1585, el rey ordenó que se enviara a s’Espalmador a un ingeniero y a un soldado para ver qué tipo de fortificación se podía construir allí. De este proyecto hay diversas referencias en el libro, en el que se explica que s’Espalmador era una base desde la que los corsarios recorrían toda la costa española, por lo que los ingenieros consideraban que la fortificación también debía ser pagada por comerciantes de Valencia y Barcelona, porque también a ellos daría seguridad. Pero el fuerte se quedó en proyecto y s’Espalmador fue nido de piratas durante muchos años. Nuestra particular isla de la Tortuga.

De la fortificación de Yviça
Editorial Mediterrània
Precio: 30 euros

Cristina Amanda Tur (Prensa Pitiusa)

+ INFO: www.ibiza-secrets.com

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