SALVEMOS A LOS ADOLESCENTES EN PELIGRO DE EXTINCIÓN

Los profesores y profesoras tenemos diversas asignaturas pendientes que año a año se enquistan en la lista de “necesita mejorar”. Hoy hablaremos de algunas de las más veteranas, el promover el gusto por la lectura y el conocimiento básico de los clásicos en el alumnado adolescente.

A vista general, parece que en el periodo de formación primaria, florece un gusto por la lectura con colecciones tan reconocidas como: Los futbolísimos, Gerónimo Stilton, Kika Superbruja o Isadora Moon. Sin embargo, las inquietudes lectoras se marchitan en el momento que pasan a la E.S.O., cuando se introduce la lectura de obras más académicas como son: El Quijote, Romeo y Julieta, El Lazarillo de Tormes o Terra baixa. Aparentemente, la conclusión es clara, a los jóvenes no les gusta leer, prefieren invertir su tiempo en redes sociales o viendo Netflix… Pero esa es la respuesta fácil, prejuzgada y superficial del asunto.

El problema de no encontrar una conexión entre jóvenes y clásicos no es otro que el de un mal uso de metodología y perspectiva. Desde hace tiempo, la mecánica lectora es: el maestro te manda leer un libro, te lo lees (spoiler: buscas la información en El rincón del vago) y haces un examen de respuestas múltiples o verdadero y falso. Este hábito es tremendamente cómodo para los y las docentes, tanto para “enseñar” como para corregir. Aunque tampoco nos culpéis de todo, ya que cada vez el contenido del curso es más largo que la lista de los Reyes Godos y el tiempo es siempre igual de limitado.

Retomando el asunto sobre el que estamos reflexionando, en la educación se nos olvida la verdadera función de un libro. Se pasa por alto que una lectura sirve para aprender, reflexionar y enriquecer nuestras ideas a través de las tramas, personajes y moralejas. ¿De verdad creemos que esto se cumple preguntando qué animal de oro creaba José Arcadio Buendía? De esta manera, lo único que provocamos es la desvalorización de las obras más trascendentes y de los beneficios de leer.

Teniendo claro lo explicado, lo primero que deberíamos defender es que una obra es declarada un clásico cuando se sigue leyendo a pesar del paso del tiempo. Y ¿eso cómo puede ser? Porque sus mensajes y enseñanzas las podemos seguir aplicando a la situación y cuestiones actuales. De esta manera, tenemos que ayudar a los pubescentes a pensar sobre ellos y extrapolar los argumentos a su contexto próximo. En palabras más claras: ver qué sigue siendo igual ahora y en la época de La Celestina. Como por ejemplo, el tabú del sexo en algunas situaciones sociales, la deficiente educación a nivel emocional en este ámbito, el prejuicio de ver a una mujer sexualmente liberada, las relaciones entre jóvenes… Solo así, les será útil conocer estos libros y sus historias les parecerán igual de familiares que cualquier serie de moda o las stories de un o una influencer. Además, esta es la razón de éxito de las lecturas infantiles nombradas anteriormente: usan contextos atractivos y familiares para los niños y niñas y que les sirven para aprender de su entorno y sobre ellos y ellas mismas.

Otra cuestión que sería necesaria transformar es la forma en la que evaluamos para que de verdad tenga sentido. Olvidemos los exámenes obsoletos y las preguntas objetivas secundarias y pasemos a preguntas que les hagan pensar y valorar. Lo esencial en un profesor o profesora es saber qué ha aportado la lectura a su clase, qué le ha hecho reflexionar y sentir y si eso se puede llevar al terreno personal y social. De ser así, se pondrá en práctica la expresión escrita u oral, la educación en valores, el desarrollo ético y de razonamiento y el crecimiento emocional.

A pesar de que la literatura clásica sea un esencial en la formación básica, leer libros juveniles y actuales es otra opción aceptable. Esta categoría literaria es idónea porque ya está pensada para conectar con el público adolescente, con su manera de expresar y sus inquietudes. Wonder y Un monstruo viene a verme son dos ejemplos que tratan temas esenciales en la vida como son el bullying y la gestión del duelo por un ser querido, respectivamente. Por tanto, se podría tratar en el instituto como mencionamos anteriormente.

Sin embargo, existen hoy en día lecturas que, más que aportar, hacen que se creen conceptos y comportamientos erróneos en determinados temas. Algunas historias que nos pueden servir de ejemplo son la saga After o la de Tres metros sobre el cielo. Dichas colecciones alientan a las jóvenes a consentir relaciones tóxicas y actitudes machistas. Debido a que la recompensa es que el chico «malote» en algún momento cambiará y se convertirá en alguien respetuoso y cuerdo. Por no hablar de la continua cosificación y obsesión del físico de estos escritos. Ahora sí, luego nos llevamos las manos a la cabeza cuando vemos en el telediario que la tasa de violencia de género entre adolescentes está aumentando y la de trastornos alimentarios es escandalosamente alta. Tanto desde la posición de docente como la de tutores legales, la solución no es prohibir estos libros, porque nos arriesgamos a que los lean a escondidas. La mejor solución es dejarles y trabajar sobre ello. Dotar de capacidad para detectar los nocivos patrones de comportamiento es esencial para su maduración.

Concluyendo con esta crítica, los y las jóvenes no leen a disgusto; sino que la educación tiene que ser capaz de crear un entorno favorable para la lectura y su reflexión. Como cualquier ser vivo en vías de extinción, necesitan que su hábitat vuelva a ser óptimo para su desarrollo. No nos confundamos, a los y las adolescentes les gusta hablar sobre libros y sus argumentos, pero nunca les brindamos la oportunidad de hacerlo. Por si eso no fuese suficiente, nos quejamos de que no tienen pensamiento propio cuando nunca les pedimos que lo tengan. Total, no hay que ser muy introspectivo para responder una pregunta de verdadero o falso. Pero claro, tal vez lo que tenemos que replantearnos es: ¿Qué clase de nuevas generaciones quiere crear la sociedad? y ¿hasta cuándo seguiremos vagando ciegos por las notas numéricas socialmente aceptables y pasaremos a priorizar una educación de calidad?

 

IbizaSferio

 

Por  Elizabeth Bennet

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