JOSEP LLUÍS SERT: ese hombre

 
La sede del colegio oficial de arquitectos acoge una retrospectiva de la obra del maestro catalán.

La ciudad de Cambridge (Massachusetts) contiene el más importante legado arquitectónico de Josep Lluís Sert. No obstante, Eivissa acoge la mayor ruina ‘sertiana’: la “ciudad del ocio” de Cala d’en Serra, un  armatoste de hormigón que nadie se atreve a derribar y que sirve como magnífico parquing en los meses de verano –gracias a este edificio a medio construir, se puede dejar el coche a la sombra–.
Sert, el primer gran teórico y defensor que ha tenido la arquitectura tradicional ibicenca, aceptó edificar en la idílica Cala d’en Serra y, en la década de los 30, propuso arrasar el Raval de Barcelona porque consideraba que aquello era un tumor de insalubridad que no tenía remedio posible. Josep Lluís Sert es el arquitecto español más importante del siglo XX, el introductor de la arquitectura moderna en nuestro país. Un incomprendido, un hombre de su tiempo… y alguien que, entre muchos aciertos, también se equivocaba.

La exposición ‘Sert. Mig segle d’arquitectura. 1928-1979’ es magnífica porque nos explica, de manera sencilla y didáctica, quién fue Sert, qué hizo y porqué es tan importante. La muestra combina el rigor con el entretenimiento y nos ofrece documentos personales del arquitecto catalán, películas de la época, cartas y planos de algunas de sus obras más relevantes. Las explicaciones –que se pueden leer en unos paneles– se complementan con unas maquetas que hacen las delicias del público más infantilizado. He disfrutado como un enano ante las recreaciones diminutas de la Fundación Marguerite et Aimé Maeght, la Fundación Maeght o el edificio Peabody, y me he imaginado a mi mismo del tamaño de un click de famobyl paseando boquiabierto por esas imponentes estructuras.

Sert concebía al arquitecto como un profesional que está al servicio de la sociedad que le acoge. Los humanos vivimos en casas –perdón por la obviedad– y las viviendas que construimos son nuestro universo, la forma en que incidimos en el paisaje y lo transformamos, lo humanizamos.
De ahí, la importancia de una arquitectura ‘humana’ y atenta a las necesidades de los tiempos.A Sert, el defensor de la casa payesa –ya que veía en ella la pureza de líneas y la simplicidad que preconizaba la Bauhaus–, ¿qué cara se le pondría si paseara por cala de Bou? ¿Le daría un jamacuco o, como quería hacer con el Raval de Barcelona, pillaría un bulldozer y no dejaría piedra sobre piedra?