LA IGLESIA DE SANT ANTONI DE PORTMANY

A principios del siglo XIV, el quartó de Portmany ya tenía una población numerosa y eso conllevó la necesidad de crear una vicaría propia que tendría que depender de la parroquia de Santa María de Ibiza.

En el año 1305 las peticiones de los habitantes de Portmany fueron atendidas por el arzobispo de Tarragona, dando el consentimiento para la construcción de un templo —en realidad, una capilla— junto con un cementerio.

Los mismos habitantes dedicaron a San Antonio la nueva iglesia. Este nombre, pues, aparece ya desde el siglo XIV y pronto pasó a utilizarse también para denominar el quartó, que desde entonces se llamó de Sant Antoni de Portmany.

El lugar escogido para la construcción de la primitiva capilla fue el puerto, donde actualmente aún se levanta la iglesia.

En realidad, el templo fue objeto de diferentes e importantes ampliaciones, de modo que las estructuras del siglo XIV —por haber sido incorporadas o demolidas, no se sabe a ciencia cierta— son actualmente difíciles de distinguir.

Se sabe por documentos escritos que el año 1644 se hicieron allí importantes reformas y reparaciones, sin que conste, sin embargo, cuáles fueron en concreto. En todo caso, figura allí como maestro mayor el mallorquín Miquel Ballester.

Después, entre los años 1674 y 1691, se habla de un estado precario del edificio, con el pavimento afectado por agujeros y la bóveda abierta a goteras de la lluvia. También en esta época se construyó sobre la nave la casa del vicario, por razones de seguridad y del mismo modo que en la iglesia de Sant Miquel de Balansat.

La mencionada casa del vicario hoy ya no existe porque fue demolida a finales del siglo XIX, de modo que el Archiduque Luis Salvador aún la pudo representar en una de sus litografías de esta iglesia, en el año 1867.

El 1785 pasó a ser parroquia, con la denominación de San Antonio Abad.

Aparte del templo, son remarcables algunas obras de arte, como una talla de San Antonio, del siglo XVIII, cuadros como Los Santos Médicos Cosme y Damián o San Francisco Javier y el retablo de San Roque, de 1719.

También es digna de mención la pila de agua bendita situada a la derecha de la entrada principal.

El templo exhibe un aire de fortaleza, en la que destaca la torre de planta cuadrada con aspilleras y el patio bordeado de blancas paredes.

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