NAVIDAD EN MARRAKECH

Una propuesta diferente para pasar el fin de año es hacerlo en una ciudad que no deja de asombrar desde la Edad Media: la imperial Marrakech. Tan solo darse una vuelta por la plaza de Jemaa el Fna hace que merezca la pena la visita en ese lugar, repleto de misterio y magnetismo, donde se hacen realidad los sueños más exóticos.

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Suntuosos monumentos, hoteles y restaurantes excelentes, bullicio en los bazares, aromas de rosas, sándalo, azahar… toda una mezcla fascinante a la que se une la tradicional hospitalidad árabe reafirmada por la cordialidad beréber.

Situada al sur de Marruecos y enclavada entre los pasos naturales de cadenas montañosas, pronto se convirtió en un lugar donde comerciar con multitud de productos provenientes tanto del norte del país como del Sahara y del sur.  El color que predomina aquí es el ocre anaranjado que llena las fachadas de los edificios y se funde con los brillos del cobre, el latón, el bronce, el estaño, la plata y el oro, junto a las maderas de cedro o ébano, el rojo de la henna o el amarillo y naranja del azafrán.

El interior de la Medina, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es visita obligada, donde, además de la bulliciosa plaza de Jemaa el Fna deben visitarse los grandes monumentos como el palacio de la bahía, Dar el Gloui o la medersa de Ben Yussef. Pero Marrakech es también una ciudad moderna, con barrios como Gueliz o Hivernage que recuerdan a cualquier ciudad occidental. En happy-travelling no podemos dejar de recomendar la visita a la Mezquita de Kutubiya y su alminar, ya que se trata del edificio más representativo de la ciudad. Terminado en 1.158 con unas dimensiones de 60 metros de alto por 90 de ancho, cobija 17 naves de una conservación magnífica. Al igual que la Giralda, cuenta con seis pisos, coronada por una balaustrada almenada rematada por tres bolas de oro.

Los famosos zocos de la Medina son también una interesante propuesta: el zoco de los Herreros; de las Babuchas; del Cuero; de los Tejedores; de los Alfareros… En contraste, merece la pena alejarse un poco del centro para visitar sus jardines: El Jardín Majorelle; el Jardín Ménara; el Jardín Agdal y el Palmeral… donde es posible realizar agradables y relajantes paseos.

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