LA ABIERTA OSCURIDAD DE McCARTHY EN IBIZA
Cormac McCarthy llegó a Ibiza en 1967 con las primeras notas de La oscuridad exterior bajo el brazo, buscando un refugio para su narrativa de desolación y violencia. La isla, ya un imán para escritores y artistas desde los años 50 y 60, había sido escenario de la llegada de muchos que traían consigo su propia abierta oscuridad, esperando encontrar, tal vez, un destino en medio del abismo.
Los destellos de la costa mediterránea no eran más que un espejismo frente a la lucha interna de muchos que la elegían como refugio. McCarthy, con su historia de fronteras difusas y almas rotas, no fue una excepción: llegó explorando el vacío, el lugar donde el caos y la luz pudieran fusionarse en una obra sombría. Ibiza, al igual que los personajes de su relato, era una isla suspendida entre el deseo y la nada.
Cormac McCarthy traía consigo una historia visceral y brutal, un relato que se desdibujaba en la frontera entre la vida y la muerte, mucho más allá de las montañas de los Apalaches. Su narrativa cargaba con el peso de las piedras y el polvo de la frontera mexicana, mientras sus ojos miraban tanto a William Faulkner como a Juan Rulfo, dos voces que lo llamaban en una eterna tensión entre el sur profundo de Estados Unidos y las tierras áridas de México.
La palabra y la carne. El hueso. El dolor. El sufrimiento que se concentra en la fragilidad de un recién nacido – hijo de dos hermanos – devuelve la mirada con su único ojo, como un espejo oscuro. Su padre lo observa, y en ese instante, el niño refleja la oscuridad interior de quien lo mira: ”Vio centellear la hoja a la luz del fuego, como el ojo sesgado y malévolo de un felino, y una sonrisa negra apareció en la garganta del niño, abriéndose irregularmente de arriba abajo.”
La palabra y la carne. El hueso. La muerte. La abierta oscuridad ofrece una semántica de la mirada inextricablemente ligada a la tragedia. Son personajes que deambulan al borde de acantilados tanto físicos como existenciales, con su único equilibrio anclado en la estructura misma del relato. Un relato que gira en torno a la hermana y el hermano, mientras la figura del hojalatero actúa como una bisagra, conectando y separando los destinos de estos dos seres en su danza de fragilidad y desesperación. Eso sí, el relato de un maestro de la narración.
Outer Dark (Abierta oscuridad) no es solo una historia sobre la búsqueda de un niño perdido. Es una exploración de la oscuridad inherente al ser humano, una obscuridad sin forma ni consuelo. La novela despoja a sus personajes de cualquier rastro de esperanza o salvación. La madre es una figura de desesperación, una mujer que busca algo más que un hijo: la redención que no existe, una lucha contra su propio destino irreversible. Rinthy, el hermano, es el espejo de esa desesperación: un hombre atrapado por la misma tragedia, incapaz de escapar de las sombras de su existencia.
En Outer Dark, McCarthy no ofrece respuestas. Al contrario, la historia se adentra en el abismo de la condición humana, donde la única constante es el dolor y la ausencia de redención. La escritura de McCarthy se convierte en un reflejo de este vacío: una prosa desgarradora, marcada por la negación, la violencia y el caos. La abierta oscuridad no es solo un espacio físico, sino una extensión metafísica de la lucha interna de los personajes. La mirada que fija Hattie, el vacío que persigue a Rinthy, son manifestaciones de esta oscuridad que los rodea, la misma que McCarthy traía entre los brazos cuando llegó a Ibiza, esa isla conocida por sus destellos de belleza, pero también por ser un lugar donde cada elefante podía, o debía, reinventarse.
GABRIEL TORRES CHALK
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