MASCARÓN DE PROA

Con una altitud de más de 130 metros, es Cap des Falcó es una de las siluetas más representativas de la costa ibicenca, el mascarón de proa de ses Salines (con permiso de la menos espectacular Punta de ses Portes).

Enrique Fajarnés Cardona recuerda el dicho ‘ser més vell que es cap des falcó’ en su libro ‘Lo que Ibiza me inspiró’

Para algunos resulta evidente que recuerda a la cabeza de un halcón, y también hay quien asegura que su nombre se debe a la presencia de halcones peregrinos (Falco peregrinus) y marinos (Falco eleonorae) en el acantilado, pero Enric Ribas, al que en cuestiones de toponimia hay que hacer caso, nos explica que lo más lógico es concluir que el nombre se debe al hecho –documentado– de que en la Edad Media existía en el lugar uno de los agres de falcons, donde se criaban ejemplares de estas aves, de la isla.
También el águila pescadora (Pandion haliaetus) nidificaba en este peñasco tan relacionado con las rapaces, pero el furtivismo y los tendidos eléctricos acabaron con la última pareja y, ahora, lo que hay es un nido artificial con el que se intenta que las águilas que aún pasan por ses Salines decidan sacar adelante a su prole en la isla.

No lo había escuchado jamás, pero en ‘Lo que Ibiza me inspiró’, el escritor Enrique Fajarnés Cardona alude al dicho ibicenco ‘Ser més vell que es Cap des Falcó’ asegurando que –al menos a mediados de los 80, cuando se editó el libro– “es frase común entre nosotros para ponderar la extrema senectud”. También afirma que es usual ‘tenir memòria de falcó’.

Cubierto por un sabinar y cortado al bies sobre el mar, en el Cap des Falcó también puede encontrarse la ginesta (Genista dorycnifolia) y algunas de las orquídeas salvajes que forman parte de la flora del Parque Natural. Y en el punto en el que el terreno comienza a elevarse hacia los acantilados, se levanta un restaurante que algún día fue pequeño y que en los últimos años ha motivado diversas quejas porque ha ido aumentando tanto el número de hamacas y mesas como el volumen de la música con la que se ameniza hasta a las aves zancudas que frecuentan los últimos estanques de la Regió Grossa, limítrofes con las piedras de es Codolar. Encontramos el restaurante cerrado y el atardecer siempre es espectacular desde el final de los estanques, aunque sople un viento del demonio y las olas rompan sobre los còdols con un estruendo ensordecedor.

Desde más lejos, el perfil de es Cap des Falcó cobra un nuevo aspecto y –puestos a echarle imaginación– recuerda a una serpiente con las mandíbulas abiertas y cuyo sinuoso cuerpo finaliza en una punta de cola clavada en el restaurante.

Cristina Amanda Tur (Prensa Pitiusa) Fotos: C.A.T.

+ INFO: www.ibiza-secrets.com

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