Pura luz mediterránea (Galería Berri)

No hay sorpresas. Ferrer Guasch nunca da sorpresas, y eso es parte de su encanto, ¿por qué no?, que con 90 años cumplidos en mayo y una fórmula triunfadora ya no es tiempo de hacer experimentos.

Más lineal, incluso, que en otras exposiciones, el pintor muestra en la Galería Berri un total de 22 cuadros con predominio del blanco de las paredes y pequeños pedazos de cielo azul.

El mismo blanco de siempre y el mismo azul conocido. Esta vez, ni siquiera se asoma algún llaüt, ni el campanario de la catedral, sólo casas, paredes encaladas y escalones con los que jugar con las sombras y la perspectiva de ventanas y balcones.

Y en alguno, tímidamente, un pequeño retal del mar aparece entre dos casas para dar un punto de contraste, un lugar en el que concentrar la mirada instantes antes de acudir de nuevo al blanco.

El número 9 –por poner un ejemplo– es de una simplicidad extraordinaria con una técnica admirable; un pedazo de pared blanca y muy ibicenca en la que se abre, en el extremo superior derecho, una ventana profunda y azul a la que parece pegar el sol de mediodía.

Una parte del establishment cultural de esta isla –en el que parece que cabe cualquier cosa y que se llama cultural por poner algo– critica al artista por repetir hasta la saciedad sus paredes blancas y sus colores azules, pero encontrar un estilo propio, perfeccionarlo y convertirlo en inimitable no es precisamente una mala forma de entender una carrera artística.

Quizás es que ellos son incapaces de mostrar una ventana bajo la luz mediterránea como lo hace Ferrer Guasch. Porque no sólo sabe pintar sino también dibujar y porque jamás ha exagerado una sombra con un tono de gris más elevado de lo aceptable.

Toda una pared de la Galería Berri, del cuadro 4 al 12, está dedicada a una serie de obras de similar tamaño que son las últimas creadas por el pintor. El resto, básicamente, es una colección de cuadros pintados el año pasado. El más caro cuesta 4.200 euros y el más barato, 2.000, y la mayoría rondan este precio. Todos son óleos sobre tela.

A Vicente Ferrer Guasch le gusta el blanco y le gusta la luz mediterránea, y sabe captarla tanto si es sobre las construcciones de Eivissa como si son casas típicas de Santorini, donde estuvo en los 70 y pintó una serie de obras que seguían la misma línea conocida y que demostraron que, en realidad, la arquitectura ibicenca no es el objetivo de sus pinceles sino su pretexto, el marco ideal para poder estudiar los efectos de la luz del sol.

A fin de cuentas, las casas ibicencas y las de las islas griegas llaman la atención por las mismas paredes blancas de ventanas pequeñas que preserven de las temperaturas extremas.

La exposición estará abierta hasta principios de agosto, en la Galería Berri, en la plaza de Sant Agustí, que abre sus puertas a las nueve de la noche.

Una nueva oportunidad para contemplar la lineal obra del artista ibicenco, de la cuarta parte del Grupo Puget, que eligió destacar sobre sus compañeros por gastar más dinero que nadie en tubos de óleo de blanco de titanio.