NAVIDAD RESPONSABLE
El inconfundible olor a salsa de nadal, el bescuit, las luces titilantes en las calles, el frío húmedo del invierno y las chimeneas encendidas… mucho más que una fecha en el calendario: es un ritual colectivo que nos recuerda la importancia de la familia, la solidaridad y la esperanza. Las mesas se llenan de recetas heredadas, los villancicos se convierten en banda sonora y los regalos simbolizan afecto. Sin embargo, detrás de esta postal entrañable se esconde un desafío que no podemos ignorar: el impacto ambiental de nuestras celebraciones.
Cada diciembre, el consumo se dispara. Millones de toneladas de papel de regalo terminan en la basura, los plásticos se multiplican y los alimentos desperdiciados alcanzan cifras alarmantes. La paradoja es evidente: festejamos la abundancia mientras el planeta acusa el exceso. También en las islas.
Hablar de una Navidad responsable no es un gesto accesorio, sino una necesidad urgente.
La buena noticia es que la tradición y la sostenibilidad pueden convivir. Decorar con adornos reutilizados o naturales, como ramas de pino o piñas secas, devuelve autenticidad al hogar. Optar por luces LED reduce el consumo eléctrico y mantiene intacta la magia luminosa. Los regalos, lejos de perder encanto, ganan valor si se eligen con criterio: productos locales, artesanales o experiencias compartidas que generan recuerdos más duraderos que cualquier objeto efímero.
En la mesa, la responsabilidad también se sirve en platos. Apostar por ingredientes de temporada y proximidad no solo apoya a los productores locales, sino que disminuye la huella de carbono. Cocinar con medida, planificar menús y aprovechar las sobras son gestos sencillos que evitan el despilfarro y honran la esencia de la celebración: compartir.
La Navidad responsable no pretende restar alegría, sino multiplicarla. Porque la verdadera magia no está en acumular, sino en cuidar. En un tiempo marcado por la urgencia climática, cada gesto cuenta: desde envolver un regalo en tela reciclada hasta regalar tiempo y compañía.
Así, entre luces y villancicos, podemos construir una Navidad que celebre no solo la unión entre personas, sino también el compromiso con la tierra que nos sostiene. Una Navidad que, fiel a su espíritu, sea sinónimo de esperanza, pero también de futuro.
Ramon Mayol
@MonEivissa
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