ESTACIÓN SA CONILLERA

Desembarco en el islote para conocer cómo es el trabajo de un anillador de aves

En las campañas de anillamiento de aves se han detectado variaciones en el comportamiento de estos animales que pueden explicarse por el cambio climático. En las redes de sa Conillera, por ejemplo, todavía caen petirrojos (Erithacus rubecula), que a estas alturas del año ya deberían estar lejos de aquí. Visitamos al anillador del islote y revisamos con él las redes.

Es un trabajo tan hermoso como duro. Nos referimos al de anillador de aves, a la tarea de esos voluntarios que son capaces de tirarse dos semanas en un islote marcando y anotando las características de los pájaros que caen en las redes, comprobando cada hora, durante todo el día, 216 metros de red, que es lo que hay, por ejemplo, instalado en sa Conillera. Y decimos pájaros, más concretamente que aves, porque el estudio que realizan estos voluntarios está pensado para paseriformes, aunque en esas redes a veces caiga alguna despistada ave marina de mayor tamaño.

Y, además de duro y hermoso, es un trabajo importante, porque las referencias que se obtienen en estaciones como la de sa Conillera se suman a la base de datos de un proyecto internacional, el ‘piccole isole’, que estudia las migraciones de los pájaros y que hoy se ha convertido en una herramienta imprescindible para conocer el comportamiento de un gran número de especies y poder, así, trabajar para su supervivencia.

Es uno de esos trabajos que hay que conocer, y, por ello, la consejería balear de Medio Ambiente organiza una visita a la estación del islote más grande de cuantos rodean las Pitiusas para que al menos una veintena de personas pueda hacerse una idea mejor de cómo funciona el sistema y de qué es lo que podríamos llamar el DNI de los pájaros. Y nos apuntamos a la excursión.

Pasan las diez de la mañana cuando embarcamos en el ‘Yaestáaquí’ (no me invento el nombre del barco), y en el trayecto, Ricard, nuestro monitor, nos ofrece los primeros datos, destinados a hacernos comprender la relevancia de lo que se está haciendo en el islote. Desde 1988 a 1997, por ejemplo, y cuando existían doce estaciones de anillamiento en islotes y nueve en zonas costeras continentales, en las primeras se anillaron 339.333 individuos, mientras que en las segundas se contabilizaron 56.135. Es una diferencia.
Acercándonos al islote ya pueden observarse las cañas clavadas en el suelo que indican dónde están instaladas las redes. Agustín, nuestro anillador anfitrión, nos espera en el embarcadero, a nosotros y la barra de pan y las anillas que Ricard le porta. Agustín, por cierto, está algo emocionado porque quiere enseñarnos un paíño europeo (Hydrobates pelagicus) que ha caído en las redes; es la primera vez que coge uno.
 
Tras mostrárnoslo y dejarlo en libertad –ya ha anotado sus características y lo ha anillado–  nos conduce, por el pequeño camino asfaltado que hay en el islote y por el que los encargados del faro circulan en quad, hasta su estación científica: una mesa bajo una sabina con su libreta de anotaciones, sus herramientas de trabajo y las bolsas de tela en las que transporta las aves, que en ese momento cuelgan de una rama del árbol.

En la estación-mesa, un mosquitero musical (Phylloscopus trochilus) que un rato antes ha caído en una red sirve a Agustín para mostrarnos qué datos hay que anotar de cada uno de los ejemplares que se recogen. Lo saca de una de esas bolsas de tela oscura en las que los guarda tras rescatarlos de la red y, con unas alicates, y sobre todo mucho cuidado, elige la anilla apropiada (porque cada especie tiene la suya para poder adaptarse al tamaño de sus patas) y la ajusta. Ya está anillado. Ahora le mide la tercera pluma del ala, que es la que se mide en todo el mundo desde que se llegó a la conclusión de que no cambia jamás de tamaño una vez que el pájaro es ya adulto.
El mosquitero, por cierto, está tranquilo mientras lo identifican, y ni siquiera intenta picotear a Agustín, aunque otros sí lo harán antes de que acabe el día… Hay que saber cuánto pesa y, para ello, el anillador lo coloca cabeza abajo dentro de un tubo y lo deja en la báscula. El animal no se mueve. También hay que conocer su masa corporal, lo que se consigue soplando en el pecho del pájaro para apartar el plumaje. “Ahora es normal que tengan grasa, porque acumulan para las migraciones”, explica Agustín. Lo más complicado es averiguar la edad y el sexo del individuo, y, si bien tanto una cosa como la otra a veces pueden conocerse por el plumaje, lo segundo es “super difícil” si no hay dimorfismo sexual.

Tras el proceso de identificación, el mosquitero musical queda en libertad y puede seguir con su vida. Ahora ya tiene identificación, y la importancia del trabajo que Agustín acaba de realizar podrá revelarse cuando el pequeño pájaro, quizás el próximo año, quede atrapado en otra red en cualquier otra estación y otro anillador –o el mismo Agustín, tal vez– compruebe que ese animal estuvo en sa Conillera en mayo de 2009. Es una forma de seguir la pista a las especies que ofrece importantes datos sobre sus migraciones y que también puede detectar disminuciones de ciertas poblaciones. Datos siempre importantes para poder adoptar las políticas de protección adecuadas. 

Los anilladores también informan de cualquier anomalía que puedan encontrar, aunque no sea conocida a través de los pájaros que caen en las redes y lo sea por simple avistamiento, por ejemplo. Ellos han detectado los desajustes que los cambios en las estaciones provocan en el comportamiento de las aves. De hecho, tras repetir el proceso de identificación con un papamoscas gris (Muscicapa striata)  –“esta especie cae bastante en las redes”– y con una abubilla (Upupa epops) que, la pobre, tiene el pico roto, nos vamos a comprobar las 18 redes que hay extendidas por el islote y encontramos en una de ellas un petirrojo (Erithacus rubecula), una especie que ya no debería encontrarse por estos lares. Consecuencias del cambio climático. El animal, además, ya está anillado y podrá comprobarse dónde fue identificado.
El sistema de redes es todo un ejercicio de ingeniería, porque no son simples mallas que se extienden entre unas cañas. Las redes, con un sistema de bolsas, están pensadas para conseguir que el animal quede atrapado pero sin causarle daños, y la extracción es un trabajo laborioso que debe llevarse a cabo con sumo cuidado, sacando primero las patas del pájaro. En ellas, esta mañana, encontramos además otro mosquitero, un colirrojo real (Phoenicurus phoenicurus), una curruca cabecinegra (Sylvia melanocephala) y una curruca mosquitera (Sylvia borin). No está siendo un mal día. 

El año pasado, la falta de presupuesto en la consejería de Medio Ambiente hizo que la campaña de anillamiento no pudiera llevarse a cabo y muchas otras actividades se cayeron de la agenda, pero parece que los problemas se han solucionado y ahora, no sólo hay anillamiento sino que las reservas naturales de es Vedrà, es Vedranell i els illots de Ponent también pueden llevar a cabo excursiones para conocer el trabajo de los anilladores. Uno de esos trabajos de fondo que están detrás de los grandes estudios que nos sirven para conocer y proteger la fauna. Una anilla en una cadena.

Cristina Amanda Tur (Prensa Pitiusa)
Fotos: C.A.T.

+ INFO: www.samagrana.com

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